7.10.09

EL SILBO DE AFIRMACIÓN EN LA ALDEA




Miguel Hernández, dijo de este poema, a un año vista de haberlo escrito, que lo leía y no se reconocía, así de brutal fue el cambio experimentado por el poeta oriolano; escribe el poema todavía muy influenciado por el puritanismo de su amigo Ramón Sijé, pero en menos de un año, las influencias de Neruda, Aleixandre y otros, le harán evolucionar y encontrarse y sentirse muy bien en la gran ciudad que era Madrid allá por el año 1934...




EL SILBO DE AFIRMACIÓN EN LA ALDEA (fragmentos) Miguel Hernández

Alto soy de mirar a las palmeras,
rudo de convivir con las montañas…
Yo me vi bajo y blando en las aceras
de una ciudad espléndida de arañas.

Difíciles barrancos de escaleras,
calladas cataratas de ascensores,
¡qué impresión de vacío!,
ocupaban el puesto de mis flores,
los aires de mis aires y mi río.

¡Qué confusión! ¡Babel de las babeles!
¡Gran ciudad! ¡gran demontre! ¡gran puñeta!
¡el mundo sobre rieles,
y su desequilibrio en bicicleta!

Árboles, como locos, enjaulados:
Alamedas, jardines
para destuetanarse el mundo;
y lados de creación ultrajada
por orines.

Huele el macho a jazmines,
y menos lo que es
todo parece
la hembra oliendo a cuadra
y podredumbre.

¡Ay, cómo empequeñece
andar metido en esta muchedumbre!
¡Ay!, ¿dónde está mi cumbre,
Mi pureza, y el valle del sesteo
De mi ganado aquel y su pastura?

Y miro, y sólo veo
velocidad de vicio y de locura.
Todo eléctrico: todo de momento.
Nada serenidad, paz recogida.


Eléctrica la luz, la voz, el viento,
Y eléctrica la vida.
Todo electricidad: todo presteza eléctrica:
la flor y la sonrisa,
el orden, la belleza,
la canción y la prisa.
Nada es por voluntad de ser,
por gana,
por vocación de ser.

¿Qué hacéis las cosas de Dios aquí:
la nube, la manzana,
el borrico, las piedras y las rosas?

¡Ay, no encuentro,
no encuentro
la plenitud del mundo
en este centro!

No concuerdo
con todas estas cosas de escaparate
y bisutería:
entre sus variedades procelosas,
es la persona mía,
como el árbol un triste anacronismo.

Y el triste de mí mismo,
sale por su alegría
que se quedó en el mayo de mi huerto,
de este urbano bullicio
donde no estoy de mi seguro cierto,
y es pormayor la vida como el vicio.

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